Siempre disfruto con una charla. Son la excusa perfecta para
cambiar la rutina.
Me gusta jugar a adivinar qué habrá inspirado la presentación
del ponente; La elección del color en su formato , el orden de las metáforas y las actividades que desarrollan el hilo conductor, hasta cumplir el objetivo.
Me llama la atención, las veces en las que nada de lo anterior
ocurre.
El hecho de que haya que pasar por un proceso o cuestionario de
evaluación, sugiere que no todo es perfecto.
En cuanto uno se descuida, se ve enredado en una presentación
que desorienta, en lugar de enfocar hacia una nueva manera de hacer las cosas.
Son demasiadas las personas que copian o imitan, dedicando su tiempo a mantener
la impostura.
Por suerte, el talento, no puede copiarse.
Por el contrario, es difícil olvidar la experiencia de encontrar
profesionales que trabajan su propuesta, adaptada y dirigida a su interlocutor,
cuidando los detalles.
Este gesto permite creer y tomar razonablemente por verdadera la
exposición, argumentada con emoción. Utilizo la expresión, personas que llenan la sala. Que adaptan a su
estilo, conceptos que otros adelantaron con su voz. Hacer que la audiencia
sienta que importa y llegue a impulsar en ellos, la necesidad de explorar.
La semana pasada, me han recordado varias veces este guiño que
hoy dedico a todos, los que consiguen emocionar con lo que hacen.[Gracias! J.Cebreiros]
Quién tiene magia, no necesita trucos