Esta semana dedico mi entrada
a lo bonito que es echar de menos, y a todas las personas que desean hacerlo,
bien sea para el recuerdo o para recuperar energía. Vale la pena que te echen de menos.
Noches
en las que echas de menos con toda tu alma. Momentos, instantes que no dejan
indiferente. Experiencias. Vidas tejidas con tela de araña que acaban siendo
una novela.
Uno
vale tanto como el valor de sus deseos. Cada personalidad gestiona su día como
puede y es en los momentos complicados dónde se ve perfectamente la materia de
cada uno. Del cómo actúa y cómo gestiona. En la práctica, se perciben signos
que con más razón o acierto me parecen significativos para reconocer a una
persona. Observa el lenguaje del cuerpo, la postura, los micro gestos, la ropa,
el aspecto físico, la respiración, las manos, el lenguaje, las afirmaciones y
negaciones, así se configura el ‘GPS
personal’ que acompaña a lo vivido. Se puede oír lo que dicen las personas, sólo
hay que aprender a escuchar.
Me
desvivo por las personas que no quieren ser importantes porque saben que ya lo
son y gestionan el detalle para que otros disfruten.
Adoro
las personas que no piensan mal, las que mantienen posturas naturales y se
conforman con lo que reciben, porque están en equilibro. Si reparten un beso,
contagian buenos deseos y es en esa contra-trasferencia donde reside su generosidad.
Sólo
sufrimos porque pensamos que las cosas deberían ser de otra manera. Dejamos de
hacerlo aceptando la subida de pulsaciones y emociones condicionados al ritmo
de la vida que en gran medida lo marcas tú. Lo que sucede siempre es lo mejor
que podría haber sucedido.
Ser
mejor, vivir intensamente y triunfar en la medida en la que los méritos lo
permitan, contribuye a no sufrir unos por otros.